domingo, 13 de noviembre de 2011

Etapa 10: ¡Me ha tenido una idea!

(M) 17/5/2011. Gonzar - Melide.


Dicen que si a Einstein no se le hubiera ocurrido la Teoría de la Relatividad en 1905, se le habría ocurrido a algún gallego en menos de cinco años. La prueba está en que tú a un gallego le preguntas cómo se llama y te contesta que "Depende", y, la verdad, cuesta imaginar mayor relatividad que esa. El caso de Darwin y Wallace es otro ejemplo flagrante de lo que me vengo a referir: ambos llegaron prácticamente al unísono a idear la Teoría de la Evolución de las especies a partir de la selección natural, cada uno por su cuenta; el primero en el sofá de su casita británica, con su wiskito cortito y sus pantuflas, y el segundo en medio de un ataque de fiebre perdido en alguna de las Islas Molucas. 


¿Qué quiere decir esto? Que llega un momento en que las ideas están ahí, hinchándose a comer y poniéndose bien gordas, y de repente, no aguantan más y se buscan la vida para venir a este mundo a manifestarse. Quiere decir que Einstein, Darwin y Wallace son puros accidentes, son los pobres cerebritos que pasaban por ahí justo en el momento en que esas ideas habían decidido explotar.


Einstein, Darwin y Wallace aún tuvieron suerte de que las ideas les eligieron en un contexto en el cual uno se las podía atribuir: bastaba con publicarlas antes de que lo hiciera otro. Pero la gran mayoría de las ideas no son tan complejas como esas y, normalmente, se sirven de decenas o cientos de cerebritos igualmente brillantes, aunque tal vez más simples, para nacer muchas veces en un plazo breve. 


La invención del hórreo no es, en absoluto, una excepción. Oficialmente es una idea anónima, lo cual sólo significa que no se conoce al autor, y no que no se le ocurriera a alguien en particular. Sin salirnos de Galicia, se le tuvo que ocurrir por lo menos a diez o doce personas de manera independiente, y como cada una le puso a su invento el nombre que le salió de los procóndilos, hoy en día te pasas el día discutiendo si a eso de ahí hay que llamarle hórreo, órneo, orno, espigueiro, cabozo, canastro, canasto, canizo, cabaceiro, cabeceiro, piorno, cabana o paneira. 


A parte de eso, el invento es realmente cojonudo: ¿Qué hubieras hecho tú si tuvieras que mantener la cosecha de grano seca y aireada en un país donde el agua está presente hasta en la sopa... (igual tenía que haber buscado otra hipérbole)? Pues, coño, inventar un hórreo, si está clarísimo. Y es más, seguro que también se te habría ocurrido colocarlo así, sobre cuatro piedras planas, para obligar a los ratones a hacer escalada extrema si quieren acceder al grano. 


¿Lo ves...? Lo que yo te diga: instrumentos, somos meros instrumentos para las ideas.