sábado, 21 de octubre de 2017

El arte de hacer fácil lo difícil

Héroes: #Whymaps

¿Sabías que no vivimos en un sistema democrático, sino en un sistema de gobierno representativo? ¿Sabías que ambos sistemas son tan antagónicos como lo pueden ser el analógico y el digital, los anticiclones y las depresiones, o la paz y la guerra?

Atención a la gente de #Whymaps. No sólo por su capacidad de síntesis audiovisual, que vuelve fácil lo difícil y comprensible lo extremadamente complejo, sino también por su empeño en indagar hasta el fondo de las cosas, hasta obligarnos a dudar de todo lo que damos por hecho.

Este vídeo explica porqué no vivimos en una democracia:



Y este otro explica qué es realmente una democracia:



Gracias, Vero, por enviármelos. Gracias, #Whymaps, por vuestra vocación formativa.

sábado, 7 de octubre de 2017

¡Respetocracia, por favor!

Héroes: Quienes no dejan de escuchar. Antihéroes: Quienes tapan las bocas.

Lo que está pasando en Cataluña en estos últimos meses nos tiene a todos (no sólo a los catalanes) con el corazón en un puño, especialmente por lo ocurrido en la última semana. Muchos estamos viviendo con angustia este momento que parece habérsele ido de las manos a todo el mundo, y no podemos parar de preguntarnos cómo es posible que no puedan acercarse las posturas ni un milímetro en ningún sentido.

Y eso no sólo pasa en la arena política, sino también en la calle. ¿Cómo es posible que unos vean tan claro que tienen derecho a elegir libremente su destino y a los otros les parezca de cajón que aquí no se mueve un dedo sin estar todos de acuerdo?

Pues voy a tratar de explicarlo, hasta donde pueda:

Cómo lo ven quienes creen que sólo deberían decidir los catalanes


¿Por qué los españoles estamos en Europa? Pues, porque una serie de gente de diferentes lugares, con nuestras historias y nuestras mandangas, hemos decidido juntarnos para ver si haciendo algo más grande nos va un poco mejor. Esa es la esencia.

Ahora imaginemos que Europa empieza a poner normas que a los españoles nos parece que no molan, que nos perjudican, o que no llegan a nuestras aspiraciones colectivas. ¿Qué crees tú que haríamos? Efectivamente, reunirnos y decidir si seguimos en Europa o nos largamos. De hecho, esto es lo que ha hecho el Reino Unido, con el famoso brexit. ¿Y quién tuvo derecho a votar, sólo los británicos o todos los Europeos?

Para muchos catalanes, en este momento, es como si Europa le estuviera diciendo a los españoles: "Mira, que está muy bien que seas español y eso, pero tú lo que eres es europeo porque votaste la constitución europea y la unidad territorial de Europa no se toca."

Teniendo en cuenta que la constitución española tiene casi 40 años, ni siquiera es verdad que la mayoría de los catalanes actuales la hayan votado (en todo caso, fueron sus padres), y lo que no se puede negar es que llevaban años pidiendo que se actualice a la realidad de hoy. Pero, como la respuesta siempre fue "la carta magna no se toca" (igual que la unidad territorial), al final han perdido la esperanza en ese camino para sus aspiraciones colectivas.

Por cierto, que no se toca, pero bien que la dejaron del revés en un aspecto fundamental un 28 de agosto (de vacaciones), cuando el PP y el PSOE se dieron la manita para priorizar la devolución de la deuda frente al gasto social, salvándole el culo los bancos que nos habían estado estafando e iniciando la mayor etapa de recortes sociales de nuestra (presunta) democracia.

Cómo lo ven quienes creen que deberían decidir todos los españoles


Supongamos que ocurriera lo contrario. Imaginemos que España empieza a plantearse que quiere librarse de Las Canarias porque le parece que son un lastre (¡ojo!, no estoy diciendo que lo sean, es sólo para seguir una lógica comparativa; sigue leyendo y lo entenderás). Así que el gobierno convoca un referendum para decidirlo. ¿Quienes tendrían derecho a votar?

La respuesta parece obvia: ¡todos los españoles! ¡A quién se le ocurre que podríamos echar a los Canarios sin preguntarles siquiera! Pero, ¿qué pasaría si, además de Las Canarias, se plantean echar también a Extremadura, Andalucía, Castilla la Mancha, Galicia, Asturias, Castilla y León, etc, etc. etc?

Para muchos españoles, en este momento, es como si una parte de España (Cataluña) estuviera pretendiendo librarse del resto de España porque le parece un lastre (principalmente) económico. Si Cataluña no fuera una de las comunidades que más dinero aporta al Estado, muchos están convencidos de que jamás pedirían la independencia, por muy singulares que se sintieran los catalanes.

Ellos no lo ven como si el hijo se hubiera hecho mayor y hubiera decidido marcharse de casa, sino como si un hermano rico hubiera decidido que a partir de ahora las normas en la cocina y el comedor las pone él.

¿Ha caducado el sistema?


Si las democracias se basan en la imposición de lo que quiera la mayoría sobre lo que quieran las minorías, para mí el sistema debe caducar, aunque durante años nos haya parecido el menos malo de los sistemas.

Llenándose la boca de democracia, el Gobierno de España silencia la voz de más de la mitad de los catalanes, que están pidiendo ser escuchados, y el Govern de Catalunya pretende declarar la independencia dando por supuesto (sin haberlo podido comprobar) que la mitad más grande del país se lo está pidiendo. En todo ello, el respeto ni se menciona.

Cuando alguien se enfrenta a nuestros intereses, tenemos mucha más tendencia a creer que sólo quiere jodernos que a pensar que tal vez necesita cosas diferentes a las nuestras. No sabemos escuchar y no sabemos negociar. Nos hierve la sangre demasiado rápido.

Lo que hagan los políticos depende de un montón de intereses que tú y yo sólo podemos intuir. No espero nada de ellos, pero sí espero algo de nosotros, de ti y de mi. Demos el primer paso fundamental en la calle. Empecemos por escuchar qué quieren las personas y luego pongamos las normas, y no al revés. Respetocracia, Empatíocracia, o lo que quieras llamarle, pero hagamos el esfuerzo de ponernos en la piel del otro. Sólo un rato. De verdad que va a funcionar.


domingo, 23 de abril de 2017

Cuando las fotos se desdibujan

Héroes: Los que se van y los que se quedan.

Murió mi tío Joaquín, el que está al lado de mi abuelo en la foto. Hace ya cinco meses. Como dice mi prima Ana, era el más simpático de los cuatro hermanos. Murió conectado a un tubo que dejó de suministrarle oxígeno y a una máquina infernal que no dejaba de pitar en cuanto algo no iba bien. Y nada fue bien.

La máquina fue intentando dibujar un horizonte durante horas, hasta que lo logró y la carótida de mi tío dejó de hincharse. Tuve la intuición de tocarla, como si necesitara confirmar que ya no había remedio, y la arteria reaccionó una última vez. De la impresión que me produjo, mi propia carótida impulsó un borbotón de sangre hacia el cerebro y el corazón me latió en los ojos. La sangre de mi tío ya no volvió a correr, y sus manos acartonadas se enfriaron casi inmediatamente.



Hace unos cuantos años, asistí a una visita guiada que Bea Barco organizó en el cementerio del Poble Nou, en Barcelona, para hablar de nuestra concepción de la muerte. Bea explicó que la pena es fruto de nuestra capacidad para reconocer que la pérdida es irrecuperable, sencillamente, porque cada individuo es único. No ha habido y no habrá otro tío Joaquín, porque su colección de genes, como la de cualquiera de nosotros, es irrepetible.

Si para mí hubiera sido una persona insufrible, no sentiría pena. Pero, para mí, fue otro héroe de estar por casa, y los recuerdos que guardo de él forman parte de los mejores momentos de mi infancia. Desde lo alto de su tractor, yo me sentía como si el mundo entero me perteneciera, y en cuanto bajaba a descargar la paja o a recoger las patatas, jugando a ser mayor, me daba cuenta de que era yo quien pertenecía a la tierra. Tal vez sea eso a lo que llaman echar raíces.

La pena está muy clara. Pero, ¿y el miedo?

A quienes lo vemos todo desde un punto de vista biológico, nos resulta fácil encontrar un origen evolutivo a ese miedo: temer a la muerte hace que evitemos las situaciones en las que podríamos morir, y eso aumenta nuestras probabilidades de dejar descendencia. Pero, sin duda, hay algo más.

Por un lado, está que en nuestra cultura apenas se habla de la muerte. Eso no ayuda a conocerla y, a menudo, lo desconocido también produce temor. Y por otro lado, está esa terrible sensación de ensayo.