sábado, 5 de mayo de 2012

Etapa 12: Todo llega... para bien y para mal

(V) 19/05/2011. Santa Irene - Santiago de Compostela

Dicen que los libros y los viajes se empiezan con ilusión y se acaban con nostalgia. Y, si no es así, seguramente los guardarás muy poquito tiempo en tu memoria.

No sé porqué me da tanta pena que esto acabe, si en realidad ya no puedo más. Hoy he descubierto que la cojera sólo me había dado una tregua y, para acabar de rematar la cosa, ahora mismo manifiesto los mismos síntomas que tenía mi padre el día que entró en contacto con la kriptonita. ¿Cómo era aquello de que a perro flaco todo son pulgas...?

La fiebre no sólo ralentiza mis pasos, sino que también dilata el camino, cosa que tiene lógica, teniendo en cuenta que se trata de un aumento de temperatura. Hace horas que dejamos atrás el Monte do Gozo y hace horas que estamos entrando en Santiago, y la catedral está cada vez más lejos. No hay otra explicación que la deformación del espacio-tiempo de la que hablaba Einstein, que nos está alejando cada vez más del Obradoiro conforme nos aproximamos a él. Es como si le hubieran puesto ruedas al monumento y algún hiueputa estuviera tirando del cordoncito en el mismo sentido de nuestra marcha... No me extraña que te prometan el cielo cuando llegas; debe de ser para compensar el infierno que está siendo este último tramo.

Igual, lo que me da pena no es que se acabe, sino que se acabe así. Creo que esperaba un final más épico, con abrazos, lluvia, banda sonora y comité de bienvenida. En lugar de eso, nos han hecho salir de la catedral y nos han redireccionado a la oficina del peregrino, en una casucha más p'allá, todavía. Después de retenernos quietos en una cola de 40 minutos que me ha resultado mucho más insoportable que las 6 o 7 horas de caminata previa, nos han enviado a dos ventanillas distintas. En la mía, un chico de poco más de 20 años, rubio como un danés y pecoso como un escocés, me ha preguntado en castellano con un perfecto acento holandés:

-¿Viene usted por motivos religiosos o por otros motivos?
- Por otros...
- Vale. Le explico. Tenemos dos tipos de acreditaciones: esta, para los que vienen por motivos religiosos, y esta otra para los otros peregrinos. ¿Cuál quiere usted?
- Yo la otra, la otra....
- Pero, ¿no le importa?
- Que si no me importa ¿qué?
- Es que la oficial es más bonita.
- Pero si a mí me da igual, que yo venía por hacer el camino con mi padre.
- Le doy esta, entonces.
- Sí, sí, esta, la fea, la otra.
- Ok, tiene que poner su nombre aquí.

Y me voy con un papel que parece un justificante para que el profe no me ponga falta en clase, y que estoy seguro que mi madre querrá guardarse como las notas de octavo. Salimos y le digo a mi padre:

- ¿Tú cual te has pedido?
- La de los curas. Pero no entiendo nada.
- A ver...

Está todo en latín. Yo tampoco entiendo nada, por lo menos en un plazo razonable, porque si te pones a tirar de las raíces, al final más o menos deduces lo que quiere decir.

- Oye, pero este no eres tú. Aquí dice Josephus Ordoñez Diez, y no Diz... Josephus, mira, que es en latín, pero Diez no es una traducción, es que se han colado.
- Para lo que lo quiero...
- Ya, pero ¿y si ahora se salva otro en tu lugar?
- ¡Cagüen la leche! ¡A ver si voy a tener que repetirlo todo desde el principio!