Mi padre llegó con fiebre. Bueno, llegó con Victoria, pero ella se volvió a casa en tren. No es que se diera por vencida, es que ya lo había ganado todo. Así que nos quedamos él y yo, sentados en la cola del León, a pasar la tarde. Y, de repente, empezó a marearse y a sentirse somnoliento. Pensé que sería el jet-lag de haber venido andando desde Burgos que, quieras o no, eso te tiene que desplazar todos los ritmos circadianos. Pero cuando le pasé la mano por la frente, lo vi clarísimo: ¡por aquí tiene que haber kriptonita!
Lo dejé durmiendo en un convento y me fui a buscar la fuente de todos sus males por media fiera. (Media feria, no; media fiera). No hubo manera. Un yacimiento no puede ser, me dije, porque no hay montañas cerca, y además la kriptonita es como Messi, exogaláctica. Al final le traje un par de jolodrones de la farmacia y esperé a ver cómo amanecía.
Por lo que parece, el jolodrón, bien administrado, obra sus propios milagros. Se levantó el tío como si no hubiera árboles suficientes pa’ tanto gato, ni vías de tren pa’ tanta abuela a punto de ser arrollada. ¡Cómo corre el jodío!, la próxima vez le doy la mitad de la dosis, pensaba yo. Pero a medida que nos íbamos acercando a nuestro destino, sus fuerzas volvieron a menguar.
A la entrada del pueblo, nos quedamos en el primer albergue que vimos, para no tentar más a la suerte. Lavamos nuestras capas y nuestros bragueros y mi padre se echó a dormir el resto de la tarde. Yo salí a pasear y, de repente, ¡allí estaba el secreto! Un ovni descomunal se había quedado atascado en una inmensa columna en el centro mismo del pueblo, vete tú a saber desde hacía cuánto tiempo. ¿No te dije yo que tenía que ser cosa de la kriptonita? ¡Si es que...!

muy acertadas las etiquetas que les pones a las entradas. ahora se te llenará el blog de lectores ávidos de ovnis. yo te sigo por los jolodrones.
ResponderEliminarPero, ¿has visto el ovni? Que es de verdad. Yo no sé si la columna será el rayo cósmico ese que usan para subir a la gente, que lo mismo se les ha quedado atascado en el invierno y ya no lo descongela ni Santiago.
ResponderEliminar